Vivimos en un mundo de cámaras con sensores con la capacidad de capturar billones de colores y lentes con óptica nunca antes vista. La perfección de las imágenes resultantes se vuelve tan abrumadora, que algunos críticos y fotógrafos consideran la fotografía actual estéril; “dicen que le falta ‘alma’”. Y es en este punto donde el grano juega un papel importante.
La fotografía se ha desarrollado con una serie de expectativas visuales propias del medio de captura (película) y de exhibición (impresión). Estamos hablando de un medio artístico muy joven, los clásicos de la fotografía han trabajado con métodos análogos, y no es hasta la última década del siglo XX que la fotografía digital llega a las masas.
Tenemos un gran bagaje visual conformado de imágenes plasmadas mediante película, con la naturaleza aleatoria del grano y el papel. Sabemos cómo debe de verse una fotografía, y no hablo de lo que hay en la imagen, sino de aquellos elementos que la conforman: luz, sombras, color, textura. Esta última es la que se relaciona de forma íntima con el grano. La textura en la imagen es la que importa, no la del sujeto fotografiado; hay que diferenciar entre ambas pues la segunda es inherente al objeto y podemos manipularla mediante diferentes procesos: maquillaje, dirección de luz, modificar el objeto, etc. Pero la textura de la película está fuera de nuestro alcance, podemos exagerarla o reducirla con procesos de revelado, pero siempre estará ahí, sin el grano no hay fotografía, recordemos que son estos cúmulos de cristales los que generan la imagen.
Hemos abrazado la idea de que todas las fotos tienen esta cualidad orgánica y aleatoria. Esto es lo que le confiere una importancia estética tan grande al grano. Pocos nos detenemos a analizarlo en una imagen, pero cuando no está presente, se nos revela una fotografía que, a nivel subconsciente, resulta artificial.
El grano resulta particularmente atractivo cuando las imágenes se presentan en blanco y negro; incluso la reducción de definición las vuelve pictóricas, casi puntillistas; en otras ocasiones, las vuelve vaporosas. El grano también cuenta una historia dentro de la fotografía, agregando una capa extra de complejidad al concepto de la imagen.
Pero ¿qué es lo que evoca el grano fílmico? Principalmente nos lleva a una época diferente, nos acerca a esa nostalgia de las fotografías de nuestros padres y abuelos. El poder contar nuestras historias modernas con un velo de pasado y elegancia, es lo que ha obligado a la fotografía digital a incorporar al grano en su lenguaje. Es cierto que algunas soluciones para simular emulsiones fotográficas no son una maravilla, pero hay ejemplos muy convincentes, como lo ha demostrado Fuji.
Al final, el grano fílmico es una herramienta más del fotógrafo. Me resulta gracioso que en todas las generaciones de alumnos a las que les he impartido clases, siempre hay alguien que cree que el ISO, y sus valores superiores a 1600, son el origen de todos los males; pero mi consejo siempre es el mismo: “Es preferible tener una fotografía con grano de ese evento que jamás se repetirá, a no tenerla.”
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